martes, 21 de abril de 2015

Mar de Lágrimas. "No celebro ningún muerto". Columna de opinión en El espectador.


Columna de opinión en El Espectador.

No celebro ningún muerto

Por: Yolanda Ruiz
Que me perdonen los que piden sangre y venganza desde las tribunas, mientras en la arena se matan jóvenes en una guerra que ellos no inventaron; que me perdonen pero no celebro ningún muerto, ni ningún bombardeo. Que me perdonen si no pido más guerra para vengar una matanza.
No creo en ojo por ojo ni en muerto por muerto. Me duelen los militares acribillados de manera brutal y he llorado escuchando a sus madres y a sus viudas y me he quedado sin palabras ante un micrófono, sin saber qué decir para paliar el dolor sin encender más violencia. Me inundó la rabia, se me escapó el sueño, me indigné, me deprimí.
Y eso mismo me ocurrió con las madres de Soacha, mujeres que enterraron a sus hijos muertos como falsos positivos en combates que nunca existieron. Me pregunto si hay diferencia entre unas madres y otras y me pregunto también quiénes serán las madres que hoy lloran a dos guerrilleros muertos el fin de semana. No lo sabemos porque esos muertos ni derecho a nombre tienen. Me pregunto qué diferencia a esas madres y ya me darán explicaciones sobre legalidad e ilegalidad, instituciones y terrorismo, porque siempre hay discurso, pero yo las veo a todas como madres “huérfanas” de hijos y, como también soy madre, sé que nada, absolutamente nada, justifica la muerte de un hijo. No hay bandera, ni idea, ni heroísmo que justifique perder la vida de uno de estos muchachos, ni el dolor de tantas madres.
Los muertos de esta guerra son en su mayoría jóvenes, casi niños, reclutados muchos de ellos de manera ilegal por el fusil o de manera legal por la pobreza. Son carne de cañón de una guerra sin sentido que se alimenta sola porque ante cada ataque se incuba más rabia, más dolor, más deseo de venganza.
Y estamos en una trampa absurda por la incapacidad de quienes deben acabar este conflicto: de un lado la estupidez de una guerrilla que no ha entendido que esta es (¿o era?) la última oportunidad que daba un país agotado de la guerra; una guerrilla que no ha descubierto que en sí misma es un enorme error histórico porque desde hace lustros debió dejar de existir. ¿Nadie les habrá contado a las Farc que en medio continente la izquierda llegó al poder por la vía de las urnas? Y del otro lado un gobierno que no ha sabido contarle a Colombia lo que está en juego en el proceso de paz, ni ha podido liderar al país hacia la reconciliación. La paz no se logra en La Habana, esa paz es de Colombia; a ella se llega con respaldo de la gente o sólo se sembrará una nueva violencia. Y entre Gobierno y guerrilla, sentados en una negociación que se extiende de manera peligrosa, suena el grito de una derecha que hace política con los muertos, que no ha entendido tampoco que no se pudo exterminar a la guerrilla a punta de bala y que no hay salida distinta a la que han tenido la mayoría de guerras en el mundo: terminar en una mesa con una dosis de justicia transicional (sí, una dosis de impunidad).
Hoy queremos vengar la muerte de los muchachos del Cauca y es posible que para hacerlo enterremos a cientos más de lado y lado. ¿Los muertos de mañana nos devolverán a los de hoy?
Justicia, reparación, verdad y todo lo demás, por supuesto, pero la salida a la guerra no puede ser más guerra. Es lo que hemos ensayado 60 años y no nos ha funcionado. Alguien tiene que parar la venganza.
Es el clamor que se escucha desde la Colombia sumida en la guerra cada vez que nos callamos los que hablamos cómodamente desde las grandes ciudades. Los que ponen los muertos no quieren más guerra, los que se lucran de ellos para hacer política o para hacer negocios, debaten si es bueno bombardear o no. Que me perdonen pero no aplaudo ningún muerto. Me duele el dolor de todas las viudas y el de todas las madres. No enterremos ni un hijo más.
·         Yolanda Ruiz | Elespectador.com


Farc, salvavidas de Uribe


Columna de opinión en El Espectador
http://www.elespectador.com/opinion/farc-salvavidas-de-uribe 



Si hubiesen buscado un efecto más útil para la extrema derecha, no lo habrían logrado. La masacre de once uniformados por las Farc le ofreció a Álvaro Uribe ocasión privilegiada para convertir parte de la indignación nacional hacia esa guerrilla en impugnación del proceso mismo de paz.

Por: Cristina de la Torre
Pescando en el odio que el país le profesa al grupo armado, a medias fruto de sus crímenes y de su arrogancia, a medias inducido por el exmandatario que las acorraló en su hora, a éste le vino el hecho como anillo al dedo. Justo en el momento más amargo de su movimiento. Cuando la Corte Suprema mandaba a la cárcel a dos de sus exministros por delitos que —según ese tribunal— involucran a la persona del entonces presidente. Y los recluidos completan la cifra de 20 figuras, entre las 30 del círculo más estrecho del uribato, condenadas o investigadas por delitos penales.
Maestro de la oportunidad, Uribe evoca ahora el imaginario de su seguridad democrática —mano dura, corazón duro— para tratar de ocultar con esa bandera de humo las secuelas malolientes de su mandato. Mientras ve desplomarse su popularidad del 80% que otrora lo acompañó al 50% de hoy. Pero aparecen nuevos colombianos que vacilan entre la paz y la guerra. Acaso no Uribe, sabedor de que sin subversivos no hay guerra, y sin guerra pierde él su razón de ser histórica. Su coco es la paz; su coartada, las Farc. Sus supuestas propuestas de paz no aportan a la terminación del conflicto. Antes bien, parecen enderezadas a abortar el proceso de negociación. No otra cosa sugiere su obsesión en negarles a los jefes de las Farc toda forma de privación de libertad distinta de la cárcel, y su posibilidad de hacer política una vez reinsertados. Pretender acantonar a las Farc prematuramente, sin haber suscrito acuerdo final, equivale a imponerle rendición a una guerrilla no derrotada por las armas, y dinamitar el proceso.
Sus dardos más afilados, contra Santos, a quien culpa del asesinato de los soldados. En reciprocidad con las Farc, les regala Uribe esta prenda contra el Estado de derecho que el presidente encarna. Y aquellas, acostumbradas a reclamarse víctimas, no victimarios, endilgan al primer mandatario la misma responsabilidad. Moñona.
Pero la justicia no es siempre para los de ruana. Última prueba, el desenlace del juicio a Yidis Medina y a sus pares Pretelt y Palacio en el cohecho que aseguró la reelección de Uribe. Para no mencionar los 60 parapolíticos y altos exfuncionarios que pagan cárcel. Todos los días ve el expresidente un nuevo miembro de su aparato de poder ir a prisión o huir. Entonces vuelve por los fueros del movimiento de opinión diluida en fe de carbonero, y en tácita invocación de tierra arrasada para todo el que atente contra Dios y la Patria. Como las Farc —dirá— y su compinche Santos, que propagan el castro-chavismo y les caen a mansalva a los héroes de la patria. Todo, servido en bandeja por las Farc.
Joaquín Villalobos, excomandante del Frente Farabundo Martí de El Salvador, calificó la matanza de los soldados como “militarmente cobarde” y “políticamente torpe”. Un autogolpe de las Farc. Insistir en las armas convierte a las guerrillas colombianas en “fuerzas reaccionarias que sirven para encarnar el miedo a la izquierda, y en el principal lastre para que ésta avance en Colombia”. Ahora lo que se impone es la política, no los tiros. El proceso de paz le parece irreversible. Pero, diríamos nosotros, requiere un timonazo que concite autocrítica de las Farc, sometimiento a la justicia transicional, reconocimiento de sus víctimas y genuino compromiso de ingresar lealmente en la legalidad. Única manera de extinguir la última chispa que enciende el fuego de la caverna.
 Blogcdlt.wix.com/cristinadelatorre
·         Cristina de la Torre | Elespectador.com



lunes, 20 de abril de 2015

Libertad de expresión



Índice de Libertad de Expresión y Acceso a la Información Pública en Colombia
Luego de un proceso de dos años de construcción colectiva, en el que participaron cerca de 200 periodistas, directores de medios e investigadores sociales del país, el Proyecto Antonio Nariño (PAN)* presentó los resultados del Índice de Libertad de Expresión y Acceso a la Información Pública en Colombia.
http://www.fescol.org.co/index.php?option=com_content&view=article&id=244:indice-de-libertad-de-expresion-y-acceso-a-la-informacion-publica-en-colombia&catid=28:lanzamientos&Itemid=25 

domingo, 19 de abril de 2015

Somnolencia


En El Universo
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, dijo este jueves que su gobierno está "tratando de acelerar al máximo" las negociaciones con la guerrilla de las FARC, a la vez que insistió en que un eventual acuerdo de paz no permitirá impunidad total para los rebeldes.
"Que nos hemos demorado dos años, mucho tiempo. Sí, ojalá nos hubiéramos demorado uno. ¿Cuánto más nos vamos a demorar? El menor tiempo posible, estamos tratando de acelerar al máximo", dijo Santos en un acto público en respuesta a una de las críticas más comunes al proceso de diálogo que su gobierno adelanta desde noviembre de 2012 en Cuba con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
"Nos queda mucho camino por recorrer, queda todavía lo más difícil (...) ¿Que se ha demorado demasiado? El tiempo es relativo", insistió el mandatario.

sábado, 18 de abril de 2015

El complejo equilibrio de la paz.


Artículos que dejan ver lo complejo que puede ser el logro y construcción de la paz.

En revista Semana. “El presidente Juan Manuel Santos hizo en la tarde de este viernes un sorpresivo anuncio, que podría tener consecuencias en la mesa de negociación de La Habana. Luego de la dolorosa jornada para el país, en la que se oficiaron las honras fúnebres de los once militares asesinados en Buenos Aires, Cauca, el mandatario dijo que ya es hora de ponerles plazo al proceso de paz”. http://www.semana.com/nacion/articulo/juan-manuel-santos-la-paciencia-se-nos-agota/424450-3  
“La paz no puede convertirse en una bandera política”
“El presidente Santos, sin mencionarlo, responde a Uribe. “El dolor de las familias debemos respetarlo”.
Ataque de las FARC en Cauca: ¿está en riesgo el proceso de paz?
Marta Lucía Ramírez y Ariel Ávila debatieron con Marcela Prieto sobre el asalto de la guerrilla en Buenos Aires, que dejó once militares muertos y numerosos heridos.
En Razón Pública.
El papel de las artes en la construcción de la paz, en la ausencia de conflictos bélicos o en lo que entiendan por ‘paz’ quienes están encargados de fomentarla, es un ambiguo claroscuro. Puede resultar incómodo decir esto. Pero basta cotejar la historia de este violento planeta para corroborarlo”.
Un falso dilema
En varios de los debates que han rodeado a las negociaciones entre el gobierno las FARC se ha usado como argumento el supuesto dilema entre la paz y la justicia.
http://www.razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-y-paz-temas-30/8325-el-falso-problema-de-la-impunidad-en-un-acuerdo-de-paz.html

En las Dos Orillas 
La otra versión de la tragedia militar en el Cauca
Integrantes del Frente Amplio por la paz que lidera Piedad Córdoba y Aida Abella se desplazaron a la vereda La Esperanza, municipio de Buenos Aires Cauca para verificar las circunstancias en las que murieron once soldados adscritos a la Fuerza de Tarea Apolo de las FFMM. Entrevistaron a 300 habitantes del caserío quienes contaron que los militares se habían apostado en el polideportivo del caserío desde el pasado 19 de marzo y no se retiraron pese a los reclamos de los habitantes, argumentando que tenían una orden superior para permanecer en este lugar que queda a 50 mts del centro urbano.

viernes, 3 de abril de 2015

Homenaje al maestro Carlos Gaviria Díaz (1937-2015)


Editorial de El Espectador.

Carlos Gaviria Díaz (1937-2015)

El martes en la noche, luego de estar internado durante varios días en la unidad de cuidados intensivos de la Fundación Santa Fe, murió Carlos Gaviria Díaz, un jurista eminente de múltiples facetas (todas ellas dignas de una profunda admiración por parte de esta casa editorial), que dejó un legado invaluable para la sociedad colombiana y una vara muy alta en cuanto al comportamiento al que esta sociedad debe aspirar.
Gaviria fue un abogado de mente prodigiosa, que dejó entrever su inteligencia (y su disciplina y su cariño por el saber universal) desde muy joven, cuando se dedicó al estudio obsesivo de la filosofía analítica de Bertrand Russell y la del lenguaje de Ludwig Wittgenstein, a quienes dominaba de forma magistral, sobre todo al aterrizarlos con facilidad al árido terreno de la teoría del derecho y el positivismo jurídico, cuestiones que a ambos pensadores les eran ajenas. En eso era un verdadero genio. Un maestro.


Sus estudiantes de derecho aún recuerdan la facilidad con la que, en muchas de sus conferencias en clases corrientes, hablaba de forma sencilla sobre la estructura de la norma jurídica kelseniana o los imperativos categóricos kantianos. Sus clases, por no irnos muy lejos en esos conceptos filosóficos y de teoría jurídica, eran todo lo que uno espera de la academia moderna: una construcción común del conocimiento, un debate nutrido por los mejores argumentos, una clase que deja preguntas abiertas y por resolver. Todo esto lo hizo desde un aula, un espacio que, solo, valdría muchísimo para la construcción de un país mejor. Pero ahí no paró Carlos Gaviria Díaz. Ese fue, digamos, un primer paso que logró hacer transversal durante toda su vida.



La gran obsesión que lo llevó a estudiar a Wittgenstein —como quedó consignado en un hermoso y completo perfil que le hizo Ana Cristina Restrepo para la Universidad de Antioquia— tenía adentro una pregunta básica sobre la conducta moral humana, sobre lo que está bien y lo que está mal. Esa inclinación por las preguntas más básicas que deben acompañar el recorrido de un ser humano por este mundo las mantuvo intrínsecas en su paso por la vida pública: una cuestión en la forma de hacer la política. En los métodos válidos para llevarla a cabo.



Pero vamos, también, al fondo. Porque si Carlos Gaviria fue un funcionario intachable en el terreno ético, también fue uno prodigioso en el tema de los derechos: ahí tenemos su legado, traducido en esas sentencias de cuando fue magistrado de la Corte Constitucional que son, sin irnos muy lejos, una parte fundamental del vanguardismo que, en términos jurídicos, acompaña el prestigio de esa institución. Valores, principios y derechos tan abstractos como la dignidad humana, la libertad o la igualdad quedaron cristalizados (y materializados de forma concreta) en esos fallos que eran, por demás, verdaderas obras maestras del pensamiento. Sentencias como la de “dosis personal” o de la “eutanasia” aún son citadas en diversos artículos y son, por demás, lectura obligatoria de quienes quieren entender esos ámbitos jurídicos de la vida humana.



Y así como fueron sus sentencias fue, también, su liderazgo político desde el Senado y desde su candidatura a la Presidencia (la más alta de la izquierda en la historia de Colombia): insoslayable, por supuesto. Hasta sus últimos días (hay que ver su última columna sobre mayorías y democracia publicada en este diario) quiso ayudar al entendimiento y la aplicación de un Estado Social de Derecho.



Carlos Gaviria fue un hombre de mente prodigiosa, de pensamiento liberal, de unas ideas progresistas que supo aterrizar para el bien de la ciudadanía y, sobre todo, que ayudó a la construcción de un país más decente. Su aspiración fue también la nuestra. Eso es lo que le debemos. Ese es el legado que nos deja.


Paz en su tumba.


CARLOS GAVIRIA: ¿POR QUÉ SOY AGNÓSTICO?

http://revistadiners.com.co/articuloespecial.php%3Fide%3D5%26id%3D49 



Jorge Luis Borges, según Carlos Gaviria