Don Miguel de Unamuno.
La historia y los procesos de los pueblos muchas veces
son similares, no se dan en el mismo tiempo, pareciera que hechos del pasado
son estrenados por algunos pueblos como Colombia,
es como si fueran ecos que truenan en las conciencias de los pueblos sin que
estos se den por enterados. Aquí una perla o un eco, aún sin superar en Colombia. Por su importancia reproducimos un articulo aparecido en Razón Pública.
Una lección de dignidad moral, a propósito de un episodio
reciente en Medellín, donde de nuevo resonó el grito de ¡Viva la muerte! como
en la España de 1936. Carta de un profesor que todavía cree posible el triunfo
de la razón sobre la fuerza bruta en Colombia.
Nota tomada de: http://razonpublica.com/index.php/recomendado/3232-la-dignidad-de-la-academia-frente-al-grito-necrofilico.html
Apreciados profesores y estudiantes de la Facultad.
Ayer
vimos por televisión al expresidente Uribe confesando con orgullo, en una
Universidad de Medellín, que no pudo cumplir su propósito violento de agredir a
un país vecino por falta de tiempo… Violencia contra violencia para que no se
rompa la cadena…
Vimos
también a los participantes en el recinto académico prorrumpir en aplausos ante
su comentario…
Tal
vez quienes aplaudieron no tuvieron en cuenta los muertos de uno y otro país
que se hubieran requerido para que Uribe, en caso de haber tenido tiempo,
lograra su cometido… O tal vez pensaron que esta vez, como otras tantas en los
últimos años, serían otras madres, otras esposas y otros huérfanos quienes
harían el aporte generoso de más muertos para la guerra…
Es
muy grave que una persona, cualquier que sea, promueva la violencia, y más si
se trata de un exgobernante.
Pero
igualmente grave es que la academia aplauda estas iniciativas.
La
situación de ayer puede recordarnos la ya legendaria posición de Unamuno,
rector de la
Universidad de Salamanca, el 12 de octubre de 1936.
Se
celebraba el día de la raza en un momento cuando el fascismo se extendía por
Europa y España, y entre los discursos oficiales José María Pemán acusaba a Vascos y Catalanes de ser
“cánceres en el cuerpo de la nación”; su discurso alentaba a que “el fascismo,
que es el sanador de España, sabrá como exterminarlas, cortándolas en carne
viva”… En ese momento, alguien en la platea gritó el necrofílico lema de “¡Viva
la muerte!” y el general Millán-Astray, lugar teniente de Franco, que había
perdido un ojo y un brazo en la guerra de Marruecos, comenzó con los “España…
Una. España… Grande. España… Libre”.
La
universidad se había convertido, entonces, en el templo de la intolerancia y el
fanatismo. Unamuno se levantó y pronunció uno de los discursos más conmovedores
–por su bizarría y belleza – del siglo XX:
“«Estáis
esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de
permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el
silencio puede ser interpretado como aquiescencia…
Acabo
de oír el necrófilo e insensato grito de ‘¡Viva la muerte!’, y yo, que he
pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las
comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula
paradoja me parece repelente.
El
general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un
tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero,
desgraciadamente, en España hay actualmente demasiados mutilados.
Y,
si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que
el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa.
Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar
que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su
alrededor”.
Millán-Astray
lo interrumpe exaltado y brama: “¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!” y la
multitud lo aclama.
Unamuno,
entonces, imperturbable, con la parsimonia de un hombre que sabe que está
pronunciando un “no”
único, que protagoniza un momento irrevocable para el destino de toda la
humanidad, un instante sublime de la Historia, que está construyendo con sus
actos la verdad poética de que la razón vence a la fuerza, concluye:
“Éste
es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando
su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no
convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis
algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que
penséis en España. He dicho”.
Unamuno
debió salir acompañado por Carmen Polo Martínez Valdez – la mismísima mujer de
Franco – para que los fascistas no lo lincharan en la sala de la universidad.”
La
oposición de la razón frente a la barbarie, fue la actitud de la Universidad de
otro tiempo, que se consideraba a sí misma la salvaguardia del conocimiento y
la ética… muy diferente a la Universidad de hoy, atrapada en la rentabilidad de
los contratos, las innovaciones al servicio de la empresa y la lisonja al
gobernante de turno.
Mantenemos
ante la sociedad una imagen de respeto, reflexión e independencia, que cada vez
se aleja más en el tiempo… Pero al interior de nuestros claustros, el aplauso
de unos y el silencio de otros frente a la necrofilia y sus adeptos muestra el
deterioro moral de la academia y de quienes la gobiernan…
Alguno
dirá que es la Universidad que nos merecemos…
Eso
podrá ser cierto el día en que la academia guarde silencio… Pero no mientras
existan profesores y estudiantes que no se queden callados.
Un
abrazo
RUBEN
DARIO GOMEZ-ARIAS Profesor
Facultad
Nacional de Salud Pública Universidad de Antioquia. Medellín
* Tomado de:http://www.asmedasantioquia.org/ws/noticias/politica/3638-la-academia-frente-al-grito-necrofilico
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